Veo a través de Il Sismografo una noticia que se me pasó en su día: las afirmaciones del presidente turco, Erdogan, en una cumbre de líderes musulmanes latinoamericanos, celebrada en Estambul, a propósito del descubrimiento de América por parte de navegantes islámicos en el siglo XII, y sobre la existencia de una mezquita en Cuba, descrita por Colón en sus diarios. Erdogan dijo en su discurso televisado que “navegantes musulmanes habían llegado a las orillas de América en 1178. En sus diarios, Cristóbal Colón se refirió a la presencia de una mezquita sobre una montaña en Cuba” (el video presenta el fragmento del discurso, con subtítulos en inglés).
El presidente no añadió ninguna referencia que avalaran sus afirmaciones. En realidad, lo que quería era de algún modo preparar y reforzar su oferta para construir hoy una mezquita en Cuba. Cabe añadir, de todas formas, que la mencionada alusión no se encuentra en los diarios de Colón sino en el relato de Bartolomé de las Casas sobre lo que vio Colón, y lo usa como una imagen plástica: Colón describió una montaña que tiene “una pequeña colina en su cumbre, que parece una elegante mezquita”… Además, no han sido hallados vestigios islámicos en la América precolombina. Ha habido algún artículo (ver este de Youssef Mroueh) que ha avalado esas tesis, pero ha sido ampliamente descalificado.
La tentación de ajustar la historia a los propios intereses siempre está al acecho. Y Erdogan no es el único que la padece. En su caso, me parece significativo sopesar esa afirmación sobre la mezquita precolombina con la triste cuestión del exterminio armenio, del que recordamos en estos días el primer centenario. Erdogan condenó al Papa por haber usado la expresión “genocidio” y le “advirtió” que no debía hacerlo más. Puedo imaginar la herida que todo el episodio supone para el país, pero no parece que la mejor vía para curarla sea la cerrazón y la negación sistemática.
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