La administración Obama ha establecido que las instituciones de inspiración religiosa están obligadas a incluir la contracepción (en sus diversas formas, también abortivas) entre los “servicios sanitarios preventivos y gratuitos” que ofrecerán a sus empleados. El gobierno concede un año para que las instituciones religiosas se adapten a esta norma administrativa (no ley). Aunque fue Katheleen Sebelius, Secretaria de Salud y Servicios Humanos de Estado Unidos, quien comunicó esta decisión, parece obvio que un anuncio de este tipo –en pleno año electoral- cuenta con el pleno respaldo del presidente.
No hay que ser muy experto en política norteamericana para aventurar que la decisión traerá mucha cola, pues no solo ha disgustado a los destinatarios, sino también a amplios sectores de la opinión pública que respalda a Obama. Una muestra es este editorial del Washington Post (se necesita inscripción gratuita) y este comentario del National Catholic Reporter.
Dejando de lado que la medida presenta también serios problemas constitucionales, la decisión muestra una preocupante dosis de intolerancia, revestida de piel de cordero: “seguimos trabajando de cerca con los grupos religiosos para discutir sus preocupaciones en este periodo de transición”, dijo Sebelius (foto). Pero aquí no hay ninguna “discusión”: se trata de un simple “diktat” de la administración federal. Lo ha sintetizado gráficamente mons. Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York y presidente de la conferencia episcopal USA: tenemos un año para aprender a violar nuestras conciencias…
Este reglamento del departamento de Salud no solo limita la libertad de conciencia (tema particularmente sensible en la historia americana) sino que va en la línea de promover el aborto como derecho humano. Algo muy lejano de aquella visión del aborto como recurso extremo ante situaciones desesperadas. Se presenta el embarazo como enfermedad que hay que evitar a toda costa y se ofrece una sorprendente ración de adoctrinamiento: “los científicos tienen abundantes evidencias de que el control de la natalidad tiene significativos beneficios de salud para las mujeres y sus familias”, afirmó Sebelius al presentar la medida.
Pienso que Fidel Castro no lo hubiera hecho mejor.
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