“La mayoría de los que se llaman 'progresistas' no concuerdan conmigo en que la baja fecundidad es un problema”, afirma Phillip Longman en una entrevista publicada por Books and Culture, de la que se hace eco Aceprensa. Longman es especialista en políticas demográficas y miembro de The New America Foundation, un think tank considerado políticamente de izquierdas. En 2004 publicó el libro “The Empy Cradle”en el que analiza las consecuencias económicas, políticas y sociales de la baja natalidad.
Longman observa que aunque la población mundial crece actualmente a un ritmo anual de 77 millones de habitantes, el descenso de la natalidad es universal, de modo que ahora hay menos niños menores de cinco años que en 1990. La fecundidad está por debajo del umbral de reemplazo de generaciones en casi todo el mundo menos África subsahariana. Algunos países como Rusia y Japón empiezan a perder habitantes. A este paso, la población mundial comenzará a disminuir en vida de los que hoy son jóvenes.
“Los progresistas suelen olvidar que muchas de sus opiniones sobre la reproducción humana, como el 'derecho de la mujer a elegir', sólo ganaron apoyo suficiente cuando el miedo a la superpoblación comenzó a empapar la cultura en los años sesenta y setenta. (...) También olvidan que si ellos mismos rehúsan tener hijos, el futuro estará en manos de los que militan en el bando contrario. Por último, los progresistas olvidan que si la población no crece, sus queridas 'joyas de la corona', el Estado del bienestar y la Seguridad Social, se vuelven insostenibles”.
Por lo que se refiere al impacto de la población en el medio ambiente, Longman afirma que “en Estados Unidos el aire y el agua son más limpios que en 1940, cuando la población era la mitad. No es paradójico. El aumento de la población estimula a usar los recursos de manera más eficiente y más limpia. Análogamente, el aumento de población es lo que nos llevó a descubrir cómo mejorar el rendimiento de los cultivos”. De este modo, “la producción de alimentos por cabeza es más alta que nunca, aunque la población mundial pasa de seis mil millones”. Además, “en Estados Unidos hay más superficie de bosques que en el siglo XIX, gracias a que se necesita mucho menos terreno para cultivar”.
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