Sam Harris es un polemista que se autodefine ateo y que acaba de publicar un libro, “Letter to a Christian Nation”, dirigido contra la “derecha religiosa” norteamericana y el fundamentalismo cristiano. Imagino que, de camino, arrasará con todo lo demás (en general, uno de sus objetivos preferidos es obviamente el Papa). Parece que el libro está teniendo bastante éxito de ventas. Según explica un artículo de The Wall Street Journal, la estrategia de marketing incluye todo lo que pueda fomentar la polémica.
Me ha llamado la atención la fe que el autor pone en los beneficios de ese marketing, hasta el punto de que -junto al presupuesto ya previsto por la editorial-, Harris destina parte de su propio dinero a la publicidad. “No sé si es acertado que todos los autores lo hagan, pero para mi funciona y mis aportaciones son rentables”, afirma.
Menciono este caso porque confirma (por si hiciera falta) el uso de la polémica como instrumento para incrementar las ventas, la audiencia o la popularidad. A veces, la polémica tiene un contenido religioso, pues el “producto” en cuestión altera el sentido -o simplemente se mofa- de símbolos, personas, creencias, instituciones, etc. El problema que se plantea en estos casos es cómo deben actuar las personas que se sienten ofendidas, para que esa respuesta no acabe siendo precisamente lo que los promotores esperan: un altavoz para el propio producto. Supongo que cada caso es cada caso, pero una buena guía es la que se ofrece en la entrevista de la que nos hacíamos eco aquí hace unos días.
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